Cuando
me desperté no había aire en la habitación. Respiraba mi propio calor. A falta
de acondicionado el turbo suele responder bien, pero por la baja presión y pese
a las varias aberturas, no corría una sola corriente y el ventilador era puro
acting. Abrí las cortinas y salí al balcón. El aire seguía sin moverse. Me lavé
la cara y salí con los ojos como dos huevos a buscar comida para mi gata. Hacía
horas, a las 2 am, había terminado Nada se opone a la noche.
No
pensaba hacer esta ficha de lectura porque Delphine de Vigan me aportó mucha
información para la novela que vengo escribiendo. No se trata de tener la torpe
ambición de copiarla sino de que ¿Para qué mentir? Me sentí muy identificada en
varios aspectos.
En
Nada se opone a la noche la escritora francesa narra a la madre. Desde que la
encuentra muerta y azul hasta que la despide de igual forma. En el medio: toda
una vida y una manera de vivirla atravesada por un trauma que desencadenó una
enfermedad mental. La mamá de Delphine era una mujer hermosa a la que la vida
fue gastando con el uso. Fue objeto de manipulaciones desde pequeña por su
extraordinaria belleza. Su ser rubio y callado le valió admiración y desdicha.
Su bipolaridad ejerció una violencia de humores sobre sus hijas que las curtió
al punto de vivir en estado de latencia. Pero la mamá de Delphine no era mala.
Padecía y afectaba el devenir de los demás.