jueves, 30 de enero de 2014

LA PRINCESA EL PUEBLO


*Preguntó José María Muscari en su primer programa Muy Muscari de Ciudad Abierta en el que entrevista a dos celebridades que considera “opuestas y similares”, a sus invitadas: -¿Cuál es el prejuicio sobre el mundo de la otra? Esmeralda Mitre respondió: -Para mí la vida es el intercambio. Yo me aburrí mucho de ver la misma gente toda mi vida. Creo que no hay estatus sociales. Creo que la gente cuando es realmente evolucionada ya no tiene clase. Y a mí me gusta la gente que ya no tiene clase.

    Karina Tejeda, “la princesita”, respondió: -Creo que el no haber tenido necesidades te hace no ser sensible ante los problemas de los demás. Son más fríos, la gente que yo he conocido rica (sic).  Una de las cosas que yo tengo en mi mente todo el tiempo es el hecho de no haber tenido una familia que se mantenga unida. La separación de mis padres hizo que yo a toda costa quiera formar una familia y que mi hija tenga a su papá al lado.

    Cuando Muscari le pregunta a Karina por qué le gusta cantar, ella le responde: “Porque quise ser modelo y tengo un metro sesenta y me di cuenta que no iba por ese lado. Y yo quería ir a la tele. Hacía mucho casting. Yo sabía que quería ser algo y no sabía qué y empecé a ir tras ser cantante. Castings sólo de cantante y lo logré. Creo que la mente cumple un papel re importante en todo.” Para Bourdieu el gusto de los sectores bajos está dado por la urgencia económica, a diferencia de las posibilidades de los sectores altos-dominantes que disponen de más amplios márgenes de acción pudiendo complacer sus “gustos de libertad”. Karina, en cambio, sabía que quería “ser algo”, parece ser que ni siquiera quería “ser alguien”; ese “ser algo” expresa, a las claras, esa sed que parte de la carencia económica y la TV se le aparece como ese espacio de visibilidad y legitimidad social que ella estaba necesitando. Karina quería que la miren, quería “ir a la tele” aún sin tener claro por qué y para qué.

    Hacia el final del fragmento Tejeda dice: “Yo soy una persona que nunca tuve las cosas que quise. Yo soñé con tener una mesita de luz, por ejemplo. Yo a los quince años le dije a mi hermano: yo voy a ser una gran cantante de cumbia, muy conocida.” “La princesita” quería “ser conocida” y partió de esa certeza. Ese deseo de reafirmación que se vislumbra en la insistencia discursiva del “Yo”.

    En otra entrevista, de hace un año atrás, para el suplemento de espectáculos de Clarín, Karina dijo: “El primer día que estuve en TV, me presentaron como “la más hermosa, la número uno” y me dio vergüenza. Había que buscar un apodo. Primero dijeron “La Reina”, pero era como ser la número uno; después “La Diosa”, tampoco; luego “Princesa”, pero les dije que más chiquito, por eso “La Princesita”.

    En la misma entrevista “La princesita” comentó acerca de sus propios prejuicios sobre el mundo de la bailanta: “Para mí, la bailanta era lo que se muestra en televisión: tipos borrachos y hablando mal. Lo que te vendían era muy distinto a lo que es realmente.”

    Hacia el final de la misma nota afirma: “En el colegio me trataron mal desde chiquita, me discriminaban. Desde pegarme en un baño a tratarme re mal. Me traumaron mucho. La pasé mal desde el día que nací hasta hoy, todas las cosas feas que existen las pasé.” En otra entrevista manifiesta: "Mi papá golpeaba a mi mamá y los hijos lo sufrimos. Ellos se divorciaron cuando yo tenía 10 años. Había mucha violencia en casa. Hoy mi papá es un santo, cambió totalmente y cada uno formó su familia, van a la iglesia y son felices".

    En su texto La estética del asombro, Peter Brooks habla sobre las formas del melodrama. Brooks identifica al género como un “espectacular homenaje a la virtud” en el que se la presenta como “inocencia” en situación de extremo peligro que en su recorrido se ve amenazada por diferentes obstáculos y cuyo posicionamiento característico, será el de la resistencia. Si bien Karina no es un texto en el que se puedan localizar claramente los elementos literarios del melodrama (como por ejemplo la personificación del villano traidor), en la forma en que se relata a sí misma aparecen claros rasgos melodramáticos que sistematizados junto a otros textos periodísticos que se refieren a ella, conforman un relato mayor en el que bien se la puede leer como a una heroína que resistió los embates de una vida dura y que salió airosa en ciertos desenlaces. “Desenlaces”, porque día a día se suman capítulos a la vida de ésta ídola popular. Biográficamente, en diferentes artículos periodísticos, se alude a su pasado pobre y tormentoso. Se habla de su condición de madre soltera. Ella misma canta y juzga el accionar masculino desde sus hits. En una nota afirma: “para muchos hombres soy la resentida del país y no me molesta que lo piensen”. Un interesante “capítulo” de su vida fue la pareja que conformó junto a otro ídolo plebeyo: “el polaco”, y actualmente se la sabe de novia con el galán futbolístico Sergio “Kun” Aguero. Personaje en disputa con una chica rica, la hija menor de Diego Maradona. Esta última cuestión fue arduamente tematizada por el periodismo de espectáculos y se la ubicó como “una robanovios”, una “clandestina” y según muchos coments de sus páginas de fans como una “genia” que supo conquistar al mejor, de las manos de una “fea, con guita y vaga mantenida”, en referencia a la morocha ex mujer del futbolista.
   
     En esa historia y sus diferentes momentos Karina, “la princesita”, es la cándida sufriente, pero también es la "viva" y la trabajadora y la traicionera. También es la rubia teñida y la advenediza. La irreverente que “cómo se le ocurre ir a Manchester y sacarse una foto con las raíces crecidas y ponerle a la nena un tapado de piel”.

     Dice Alabarces que “la plebeyización designa el proceso por el cual bienes, prácticas, costumbres y objetos tradicionalmente marcados por su pertenencia, origen o uso por parte de las clases populares, pasan a ser apropiados (o expropiados), compartidos y usados por las clases medias y altas” y agrega que “se trata de un fenómeno perverso, porque parece afirmar la democratización de una cultura cuando en realidad es un proceso profundamente conservador: la cultura parece reconocer la democracia simbólica en el mismo, exacto momento en que ratifica la peor desigualdad material”. Es elocuente respecto de éstas concepciones el hecho de que Karina manifiesta en diversas entrevistas que la contratan en fiestas exclusivas, tal como comenzó a suceder en los noventa, en épocas del menemismo, cuando la cumbia, “música de negros”, irrumpió en los ambientes vip de la clase alta y se producía esa cierta legitimación que, en el mismo ejercicio de fiesta y jolgorio en el que se mezclaban la chusma y la alcurnia, se reafirmaba, en verdad, la dominación y se popularizaba la naturalización de la desigualdad en instancias de reconciliación social y negación circunstancial de las diferencias. Unos eran y son los que ofrecen sus servicios de divertimento y otros los que disponen de los medios para convidarlos. 

     Clarín le preguntó a Karina cierta vez: -Tu música la escuchan toda clase de personas. A lo cual ella respondió: “Eso me empezó a pasar hace tres años. Una noche tocaba en un bailanta y terminaba en una fiesta privada. Está bueno, porque es difícil traspasar esa barrera, más con el género al que me dedico.”¿Te llaman mucho para tocar en fiestas lujosas?, replicó Clarín y ella contó: “Muchas fiestas de famosos. La primera vez fue en el casamiento de Flor de la V, después todos los sábados pasaba algo similar. Hace poco toqué para Maradona, era exclusivo y una sorpresa para él. No les creía, la sorpresa fue mía. El año pasado tuve la posibilidad de ir a lo de Susana Giménez. Ricardo Fort en su programa me dio la oportunidad de hacer un musical y fue un sueño.”

 Tal como señala Alabarces cuando refiere al barrio como ese espacio arquetípico de negación del conflicto, la oposición entre el centro/ el chetaje y el barrio queda anulada, o ilusoriamente semiresuelta en lo que pareciera convertirse en una extensión del universo del no conflicto. La fiesta vip animada por cumbiamba, pareciera funcionar como un espacio de reconciliación social en el que unos reconocen y avivan con las palmas el folklore de los otros. O más bien, en que unos, “los distinguidos”, abandonan la condición de público en pocos minutos, para entregarse de cuerpo entero y “sin tapujos” a la situación de carnaval bailantero.
Pero ese horizonte plebeyo de los que llegaron a lograr el sueño de participar de la fiesta parece delinearse por el agenciamiento de ciertas figuras. Figuras que pueden fotografiarse con políticos de la etapa sin mediar escrúpulo. Tal como se vió a Pablo Lescano, líder de Damas Gratis y máximo referente de la cumbia villera, hace un mes junto al político Sergio Masa, se la puede encontrar a “la princesita” posando feliz luego de un recital en su municipio junto al mismo, en idéntica época pre-eleccionaria. ¿Pero podemos juzgar este último como un caso de proselitismo, o, más bien, es un paso más en la sacrificada carrera hacia el sueño karinero de felicidad con mesita de luz? Si bien una de las moderadoras de sus varias fan pages en facebook con cientos de miles de seguidores subió la foto con orgullo y declaración semidirecta de voto, ¿Se pueden transferir a la princesa todas las elecciones plebeyas de sus fans? o se podrá ejemplificar con ella la paradoja bourdiana, si “para resistir” no tiene otro recurso que reivindicar eso en nombre de lo cual es dominada.
     La cuestión parecería ser que hay ciertas figuras del plebeyo campo de la cumbia que se posicionan de tal manera que logran un capital simbólico tal que les permite ese margen de movilidad. Por carisma o aptitud táctica logran el intercambio con otros campos y consiguen múltiples legitimaciones denegadas a una mayoría.
     Entonces Karina, cual Cenicienta, es invitada a la fiesta del Diez y se encuentra al Kun. Y la megustean de a cientos porque llegó a Manchester y cumplió el sueño de “las pibas”. Cerca de los castillos y con su príncipe negro y con tapado de piel y con raíces crecidas. La blanca negra chica de Munro superando con creces y “traspasando la barrera”. La monstrua rubia vengándose de sí en las puertas del cielo, con su cuerpo poderoso en “su imperfección” plebeya. Un montón de feminidades identificándose y burlando su destino, más no sea imaginariamente, o, más bien, encarnándose en una princesa de arrastre masivo y popular.
Karina, “La princesita”, Tejeda es un objeto complejo que en su figura condensa imaginarios, proyecciones y significados sociales que justifican su alcance masivo y popular. Veo en ella distintos matices que van de la resistencia a la pasividad, y por ello no podemos ubicarla en un lugar absoluto. Karina tiene letras y actitudes sociales en las que muchas veces se posiciona desafiante frente a la dominación, tanto masculina como de clase. Es muchas veces irreverente y realiza cosas por fuera de la expectativa estereotípica. Sin embargo, muchas otras veces refuerza la dominación permitiéndose la docilidad del dominado. Esto quizá es un recurso paradójico pero, sin duda, le ha permitido posicionarse como referente del género. Asimismo la fascinación lograda, la popularidad, le permitió extenderse en el mercado al punto de estar cercana a reemplazar la cumbia por lo melódico o lo pop. La figura logró tal tamaño, que su personalidad y las cuestiones de su vida cotidiana, lograron una relevancia e interés que la catapultan más allá de la bailanta. Karina es hoy una plebeya devenida princesa y a su “yo” parece aún lo alcanzarle. La princesa no resigna “sus sueños” y en su individual camino convergen las idealizaciones, deseos y sueños de otros. Un pasado de violencia y necesidad se convirtió en un presente de distinción y atención. Hoy muchos la miran y se torna transgenérica.
 * fragmento de texto escrito para Seminario de Cultura Popular y Masiva/ Alabarces/ UBA.



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