martes, 1 de noviembre de 2011

LAS IMPRESCINDIBLES


Las mujeres que luchan un día, son buenas.
Las que luchan muchos años son mejores.
Las que luchan toda la vida son imprescindibles.
Las que dejan de luchar un rato
y suben a algún barco
y remontan algún río,
barriletes de agua,
estelares cenizas,
son las que toda la vida
persiguen luciérnagas de luz baja,
compran arsenales de caramelos
para regalarlos,
para regar con flores los campos,
para ser clandestinas en notas de luna y mugre,
para matar el tiempo,
a pura vida,
y ser tan imprescindibles
como las que luchan siempre.
Sin pelearse con el mundo,
amando la ruptura constante de los soles,
entendiendo la metáfora
de la contradicción pagana,
de la fiesta de los pobres,
de ideas libres y soberanas,
en territorios de musgo y resolana.
Aman el día de la víspera del sueño,
batallan con la palabra amiga,
con la comodidad del tormento
eligiendo la felicidad
a toda costa,
a cualquier sendero,
a prueba de balas
y de amantes fuertes,
que matan.
No necesitan el reconocimiento del día,
porque cuando haya lluvia
y venga la muerte,
las palabras despiertas
recordarán la llama,
de las imprescindibles,
de alma contemplada,
referida en las bocas,
de los amados,
de los puntos,
de los finales de escuela,
de las canciones de cuna,
de la ropa usada,
con el perfume impreso
en las manos.