sábado, 14 de mayo de 2011

POEMAS DE CUANDO QUERÍA SER POETA




Buscar la abstracción

de los objetos que rodean.

Apreciar la lluvia

en la pared corrompida

por la flora

del pasar

del tiempo.

Apreciar los objetos añejos

porque

huelen a algo que no nos pertenece.

Predicar la pertenencia

entre los desconocidos.

Pintar las manchas evocando lugares del deseo.

Pensar en la copresencia de los escondrijos.

Preguntarse por las mentes de los otros

y por las sombras que proyectan las flores

dentro de un cuarto viejo.

Quitarse lo que nos pende y entregarlo.

Ver leer lo dicho por unos ojos muertos.

Me aferro a los actos,

para no sentirme incierto.

Dependiendo absolutamente de la ternura.

De lo que vuelo.

De lo que dejo.

De lo que me abandona

cuando emprendo.


E L D E S E O

queriendo ver todas las ventanas del mundo.

se tropieza con los objetos

y sus relaciones.

Lee las mentes de los otros,

se relacionan,

se disciplina.

Atiende a lo imposible

y se remite a los hechos.

Históricos.

Queriendo ver todas las ventanas del mundo.


O J O S

Quizá acumulamos muchas imágenes, y cuando llega alguien y quiere echarnos perfume sobre el vestido le decimos que deje, que no queremos tal cosa. Coleccionar los colores de los días no es tarea fácil, más cuando de otoño se trata. O se trata de disfrazar todas las estaciones de otoño; como dejar que una florcita termine de morir colgada cabeza abajo o caminar sobre los felpudos de nuestras madres aunque signifiquen un símbolo odioso bajo nuestras lecturas. Es llevar una hoja de cosas de algo. Y besar algo de queso fresco de vez en cuando, y tolerar los dolores de cabeza de días en que la noche se extingue con sólo colocar la agujita fluorescente del reloj allí donde tiene que ir. Es como ver las revistas colgadas y querer leerlas todas sin querer leer ninguna y decir que lindo sombrero lleva aquella chica y pegar mariposas de papel en vidrios para creer que uno vuela un poco, a veces. Querer abandonar la manteca para dedicarse a la liviana conserjería del mundo, ó preferir una cabeza pendiente que nos sostenga el cuerpo pero menos que los ojos. Que son lo más maravilloso que le puede pasar a alguien. Que si no te pasaron unos ojos todavía, es muy triste; que es muy tímida la letra que nada escribe y es muy débil la mujer que siempre cuelga. Al final las lapiceras se regalan formalmente y se cumplen aniversarios y un bebé comenzó a caminar el otro día y fue un acontecimiento natural que sujeta cosas como las damas sujetan sus pechos y sus corazones y sus manos; y los hombres sujetan sus trofeos, sus bolas y alguna otra cosa que necesite colgar de algo. Y de repente se pierde la memoria, y de pronto no se recuerdan cosas, y el cuerpo procura arrojarlo todo siempre. Y el no es una afirmación seria y correcta Y el es proromanticismo rosado y femenil. Y las señoras deben lucir esos cabellos flotantes porque así es. Y los jóvenes nos disfrazamos con las manchas de la sociedad. Y entonces al cabo se es viejo, cuando se abandona prematuramente la holgura y se comienza a elegir sin siquiera tener la suficiente humanidad para pensar. Y pensar que alguna vez “eramos tan pobres” porque la pobreza siempre debe estar detrás y abajo. Y la nobleza blanca permite al indio pobre intentar considerarse un poco, para después reafirmar los colectivos, las telas y todos los altavoces de los diccionarios.


La otra parte

Como la existencia de los parques, siempre vuelve el aromático rumor de la palabra. Bendita entre todas las féminas, y mala como gatopardo, oscurece la tarde lluviosa para recordar las pequeñas dimensiones de un cuarto. “Primero lo primero”, dice. Luego: comienza a cantar, algo desafinado pero dulce, y baila.

Seduce invisible.

Transparencia anodina. Importa lo que impulsa.

La panza anuncia un malestar que viene de días. Y que es una equis que puede ser sólo nervios, sólo estrés o el cáncer del padre de su amiga, que en su caso es de recto, y, que la atemoriza desde abajo. Cáncer o sida, no hay tiempo para tener miedo. Algún preservativo que no usó hace mucho la asusta como la oscuridad de niña. Se sabe sana pero igual le da bronca saber que si quisiera algún diagnóstico de algo, le saldría el dinero que no tiene. Y la disposición corporal con que no cuenta. O sea; su cuerpo debe elegir. Ir hoy a esa parte y no a otra. Cruzar esa calle, siempre por el medio, siempre entre el barullo colectivero y el smog del centro. Esquivando los volúmenes más altos y odiando los frenazos que disminuyen su capacidad de escucha. Llegando a alguna parte, que en principio no es la otra. Y que al final, cuando llegue el recuento de lo no hecho: nunca fue.


Llanto de año nuevo

De sol sin canto.

Soy una niña que está volviendo. Soy quien se lee en las hojas caducas del suelo.

Soy quien se aleja del castillo sin dejar razón alguna para el auxilio.

Quien escribe letras aún más cortas. Quien no escribe más.

Distancia translúcida como la cortina de un baño virgen. Distancia eternizada. Latencia.

Estás mirando espera. Demudada como un hada marchita y sola. Transpiro dedos que me tocan. Me. Déjenme en paz.

Verde. Quiero un cuarto verde. Y un manto de lluvia que me cuide mientras duermo.

Por favor luz.


Mugre con plástico.

Papel, la nada.

Como si algo hubiera muerto

se pixela la imagen de un encuentro.

Surge el instinto asesino, prostituto,

la rabia, la desesperación.

Es todo lo que aliena que está ladrando.

Y pide pan, y quiere casa. Y quiere llegar pronto. Rápido.

Morena meretriz pide comida en silencio.

Dice estar dispuesta a todo

y recuerda a otra mujer de muchos hijos colgando.

No hay empalme hacia aquel río;

allí se aparece de repente.

Ya pasó la formación política. Ya pasó el diente, la polenta con cebolla. Pasó el pan partido al medio. Pasó el agujero en la media. Se escondió la disciplina entre Mariátegui y Carpentier. Se refugió una flor en un manifiesto de amor. Se fue la discusión con los mártires y las canciones. Queda el patio en la mesa. La memoria, los teléfonos.

Está en el taller el estudio, la pregunta. Queda en el padre, el hijo y el espíritu.

Regalé la muñeca de plata, al mono, a la lata y al latero.

De papel de cigarro giraba la cola, la linda.

Los gungsters de la sedición quedan en los espacios.

Se elige poco, se elige nada, se elige algo.

Traen las piedras. Traen las cartas. Traen los formularios.

No existe la puesta. Está la palabra en el aire viscoso.

Lleno de burbujas el vaso sin agua.

Se cuelga en la percha el abrigo, la postal y el broche de letras.

Se elige tanta nada en un teatro. Se viaja desnudo. Sin nada puesto. Alguien lleva puesto nada. Alguien lleva agua en los retratos. Alguien se queda con el viento en la mano y el pájaro muerto en el recuerdo. Alguien se fía de la luz del invierno. Cree que los palos sin hojas persisten.


enduraznada

La niña de oficio dulce como el alba enduraznada sabía inventar palabras de aserrín, palabras cortitas de higo o palta, palabras tabacas, palabras matacas, palabras de talco, frescas muchachas o perras tiradas dispuestas, en veredas, baldosas sin sol.

Certeza de ajo que llora sin ser cebolla sabía la boca, la mujer sin su boca, del oficio que canta: le llevaron a su puerta un umbral azul, sin su papa, sin su arroz, solo; sin grito, sin sal. Sabía su boca, la loca, a cebolla; durazno azul, repentino, pobrísimo, como su techo, como sus platos de lata, como sus zapatos muertos, como los colores que visten su gris, su blanco, su negro, sus lilas que ama, las lilas que odia.

Trae su pelo que negrísimo es verde, los dedos sucios, las manos blancas, las uñas cortas, sus piernas inmersas. La piel del aire se lleva a la niña, con piernas y agua; y todo y nada; y tierra y gracia. Trabaja; sonríe antes que la luna. Aun cuando le recorre el rostro el agua, de lluvia, y de todo y de nada. Circunda la cara lamiendo lunares, y vellos, y cabellos, de la joven oscura que clara mantiene su pecho, se lleva su cama, la guarda en su cuarto; lavando ajetreada las culpas y el tiempo, las tomas del alma, fotos del incesto.

Coloca en su pecho canasta de dama, come sus manzanas, del aire, del tiempo, se chupa las uvas, la pulpa, las pasas y canta que el canto serena su alma, que no tenía espacio, ni instante, ni recuerdo.

2 comentarios:

  1. Es agradable leer la sensibilidad de la mujer. Que bueno que existan sitios como este en la red. Un abrazo

    Jheovany
    http://miltonromatro.blogspot.com/

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