quería ser poeta
y militaba.
Todavía no me había cuestionado
el género
y decía poeta en vez de
poetisa o postpoeta.
También tenía un seudónimo
que remitía a mi nombre segundo
y al alias de mi psicópata padre.
Hoy quiero otras cosas.
No muy distintas a las de entonces.
Sólo que tengo mis enormes zapatos
cargados.
Todavía más responsable
de las palabras,
de los actos.
Y de mi más preciado encuentro:
la autonomía.
El desprendimiento posible.
El hacer.
El reconocimiento de la subjetividad
de los otros.
Cada vez
voy más libre
y más cargada.
Carga que no me determina
pero me hace.
Anahí Pérez Pavez
sin seudónimo.
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