lunes, 30 de mayo de 2011

ÚNICO


Los solos,

los mismos,

los esperantes.

Los inencontrables.


Los perdidos,

los aplaudidos,

los silenciosos.

Los ensimismados.


Los que miran la llama,

y no se percatan

de la posibilidad

de extinción

del fuego.


Los que cuidan

de sí.

De su color

y de su calor.

Para no entregarlo

nunca.


Los discapacitados

afectivos.

Los reflexivos

intelectuales

que no se entregan.


Los que prefieren

perder

a encontrarse

con lo real

desvestido.


Sin el ropaje

del mito.

Sin la piel

aparente.


Los que miran.

Y son mirados.

Desde lejos.


Están.

Efectivamente lejos.


Del amor.



jueves, 26 de mayo de 2011

CURIOSIDAD INCORPORADA A MI BIBLIOTECA

Hace varios días tuve el enorme agrado de encontrar un volumen más para agregar a mí querido mueble portalibros, a saber: El matrimonio perfecto de Theodoor H. Van de Velde. El encuentro con dicho objeto en mi lugar de trabajo fue de un magnetismo fuerte: un libro sano de tapas añejas levemente humedecidas, un título absolutamente interpelador que logró hacer que mi trayectoria hacia el baño estuviera acompañada por él. No es que no pueda leer en mi laburo, no, pero sencillamente lo llevé porque hacia allí iba. Me senté a hacer lo que todos hacemos (lo primero) y fue tal el asombro que, la verdad, pasaba hoja por hoja, detalle por detalle, a una velocidad de escáner sediento. Era un hallazgo absolutamente genial. Salí del cuarto íntimo y estuve un buen rato en mi escritorio con él hasta que definí, previa consulta pertinente, quedármelo. Era algo absolutamente bello: el iconito de Editorial Claridad, la misma que fuera fundada en 1922 por Antonio Zamora, un periodista socialista, y la misma alrededor de la cual comenzó a formarse el Grupo de Boedo; además y fundamentalmente me atrapó la sorpresa acerca de su contenido: un “estudio de su fisiología y su técnica”. Noté en las primeras hojas que la primera edición databa de 1939 y más luego tras revisar en internet pude comprobar que había sido escrito en 1926 por éste físico y ginecólogo holandés que se hizo famoso internacionalmente por él y que “se lo recuerda por demostrar en 1905 que la mujer solo ovula una vez por cada ciclo menstrual” lo que “contribuyó a la creación del método del calendario para el control natal, y más tarde al desarrollo de otros sistemas de determinación de fases fértiles e infértiles en el ciclo menstrual”. O sea el chabón era un cráneo más allá de mi prejuicio inicial que ante el título dictaminó “ésto debe ser un evangelizador católico sobre lo que debe ser el matrimonio”. Tamaña sorpresa me llevé cuando al abrirlo descubrí que atravesaba la siguientes temáticas: “evolución del impulso sexual”-“Los ácidos debilitan los olores sexuales desagradables”- “olores secundarios y olores anormales, sudor y transpiración”- “el sentido de la visión, vista de los caracteres sexuales secundarios, realce de éstos por los vestidos (modas)”- “excitación de mamas y pezones”- “Introducción y limitación del objeto: Vulva- clítoris”- “La mirada y la palabra- el baile- coquetería y flirteo- la importancia del preludio”- “Importancia de coparticipación activa por parte de la mujer”- “sustancias lubricantes, técnicas y su limitación”- “El final, agotamiento por exceso de esfuerzo, efecto beneficioso sobre el estado general, necesidad del sueño”- “Desfloración, luna de miel: dos resistencias, anímica, vergüenza, corporal, miedo.”- “Influencia de la actividad sexual sobre el cuerpo y la psique”- “Peligros para el marido que a acostumbrado a su mujer a la máxima capacidad”- “Influencia de manjares y bebidas”- “Relaciones sexuales bajo circunstancias corporales especiales- menstruación- parto”- “Cuidados y limpieza de los órganos de copulación”- “Higiene anímica: cuidados de salubridad del organismo matrimonial”- “Los judíos. Los católicos. Los protestantes modernos. Los americanos.” En síntesis: el libro es una locura. Además hacia el final trae una laminita desplegable con períodos y gráficos y al comienzo reza uno de sus epígrafes: “El matrimonio es una ciencia. H. de Balzac” y ademáaaaas el muy divino especialista se lo dedica nada más y nada menos que a su mujer. Que debe haber sido re feliz, sin duda. A ver… lo que busco arrojar aparte de mi sorpresa y disfrute es que esto fue escrito a principios del siglo pasado y editado acá en la década del sesenta. Una traducción editada y facilitada por una editorial progre. Pero apenas lo leí un toque me dije: “¿Quién tendría acceso a ésta información?”. Imaginé que alguna elite, como por ejemplo médicos ginecólogos (que todavía por nuestros días lo deben tener como bibliografía) pero además (y sigo abusando de los “ademases”) no sólo no debe de haber estado en todas las bibliotecas sino que ese título engañador lo refleja opositivamente: incluso lo prohibió la Iglesia. Pero ¿Quién iba a imaginar que tras ese título había semejante vanguardia? ¡Seguro que si lo encontraba algún grupo de tareas en la última dictadura pasaba de largo la elección para la quema como Sagrada Familia de Marx! La verdad sencillita es esa. Encontrar esa tarde este librito, que hoy según cuenta mercado libre cuesta sólo de 20 a 30 pesos, fue para mí adquirir una joyita. Una de esas joyitas que me gusta incorporar y que aunque no lo lea de punta a punta, porque con el sólo índice tengo para entretenerme, me basta asimilarlo para sentirme satisfecha de haberme enterado de su existencia. Día a día la sociedad, el mundo, los otros vivos y muertos, logran sorprenderme aunque a veces crea tontamente que me las sé todas. Además, insistiendo con los ademases digo: ¿Rampolla, Cosmopolitan TV y todo el porno del mundo no lograron matizar los tabúes? ¿El estudio de la sexualidad y el amor da sólo para nichos farmacéuticos, corporativos o de espectáculo? ¿El amor y el sexo caben en los libros? ¿Sobran letras e imagos y faltan cuerpos? ¡La pucha! ¡Cuántas preguntas me traen estos dos ojos que tengo y estas dos manos que se llevaron a un baño más descubrimiento de la otredad! ¡Gracias gentes! ¡Gracias vida! ¡Somos tan disfrutables los seres humanos que nos amo!

miércoles, 18 de mayo de 2011

ELISA MATACO

Allá por el dosmilalgo
quería ser poeta
y militaba.
Todavía no me había cuestionado
el género
y decía poeta en vez de
poetisa o postpoeta.
También tenía un seudónimo
que remitía a mi nombre segundo
y al alias de mi psicópata padre.

Hoy quiero otras cosas.
No muy distintas a las de entonces.

Sólo que tengo mis enormes zapatos
cargados.
Todavía más responsable
de las palabras,
de los actos.
Y de mi más preciado encuentro:
la autonomía.

El desprendimiento posible.
El hacer.
El reconocimiento de la subjetividad
de los otros.

Cada vez
voy más libre
y más cargada.

Carga que no me determina
pero me hace.


Anahí Pérez Pavez
sin seudónimo.



martes, 17 de mayo de 2011

mi minimalismo puede ser el máximo del mundo


Si no sos otro

podés empezar a dudar.

De tu inteligencia.

De tu poder.

De tu amor.


Si no cambiaste

oro por barro,

día por lluvia,

cárcel por trigo,

puede

que seas menos

que todo.


¿Que tanto

cambio

hace mal?


Puede ser cierto.


¿Pero acaso no estás podrido de verdades?

Un poquito de otro cuento

puede saber más rico.


Mirá.

Hace rato que no mirás.

Para otro lado.


Salí.

Otra distorsión.

Otro Dios.

Puede estar más cerca

de lo que sos.



sábado, 14 de mayo de 2011

POEMAS DE CUANDO QUERÍA SER POETA




Buscar la abstracción

de los objetos que rodean.

Apreciar la lluvia

en la pared corrompida

por la flora

del pasar

del tiempo.

Apreciar los objetos añejos

porque

huelen a algo que no nos pertenece.

Predicar la pertenencia

entre los desconocidos.

Pintar las manchas evocando lugares del deseo.

Pensar en la copresencia de los escondrijos.

Preguntarse por las mentes de los otros

y por las sombras que proyectan las flores

dentro de un cuarto viejo.

Quitarse lo que nos pende y entregarlo.

Ver leer lo dicho por unos ojos muertos.

Me aferro a los actos,

para no sentirme incierto.

Dependiendo absolutamente de la ternura.

De lo que vuelo.

De lo que dejo.

De lo que me abandona

cuando emprendo.


E L D E S E O

queriendo ver todas las ventanas del mundo.

se tropieza con los objetos

y sus relaciones.

Lee las mentes de los otros,

se relacionan,

se disciplina.

Atiende a lo imposible

y se remite a los hechos.

Históricos.

Queriendo ver todas las ventanas del mundo.


O J O S

Quizá acumulamos muchas imágenes, y cuando llega alguien y quiere echarnos perfume sobre el vestido le decimos que deje, que no queremos tal cosa. Coleccionar los colores de los días no es tarea fácil, más cuando de otoño se trata. O se trata de disfrazar todas las estaciones de otoño; como dejar que una florcita termine de morir colgada cabeza abajo o caminar sobre los felpudos de nuestras madres aunque signifiquen un símbolo odioso bajo nuestras lecturas. Es llevar una hoja de cosas de algo. Y besar algo de queso fresco de vez en cuando, y tolerar los dolores de cabeza de días en que la noche se extingue con sólo colocar la agujita fluorescente del reloj allí donde tiene que ir. Es como ver las revistas colgadas y querer leerlas todas sin querer leer ninguna y decir que lindo sombrero lleva aquella chica y pegar mariposas de papel en vidrios para creer que uno vuela un poco, a veces. Querer abandonar la manteca para dedicarse a la liviana conserjería del mundo, ó preferir una cabeza pendiente que nos sostenga el cuerpo pero menos que los ojos. Que son lo más maravilloso que le puede pasar a alguien. Que si no te pasaron unos ojos todavía, es muy triste; que es muy tímida la letra que nada escribe y es muy débil la mujer que siempre cuelga. Al final las lapiceras se regalan formalmente y se cumplen aniversarios y un bebé comenzó a caminar el otro día y fue un acontecimiento natural que sujeta cosas como las damas sujetan sus pechos y sus corazones y sus manos; y los hombres sujetan sus trofeos, sus bolas y alguna otra cosa que necesite colgar de algo. Y de repente se pierde la memoria, y de pronto no se recuerdan cosas, y el cuerpo procura arrojarlo todo siempre. Y el no es una afirmación seria y correcta Y el es proromanticismo rosado y femenil. Y las señoras deben lucir esos cabellos flotantes porque así es. Y los jóvenes nos disfrazamos con las manchas de la sociedad. Y entonces al cabo se es viejo, cuando se abandona prematuramente la holgura y se comienza a elegir sin siquiera tener la suficiente humanidad para pensar. Y pensar que alguna vez “eramos tan pobres” porque la pobreza siempre debe estar detrás y abajo. Y la nobleza blanca permite al indio pobre intentar considerarse un poco, para después reafirmar los colectivos, las telas y todos los altavoces de los diccionarios.


La otra parte

Como la existencia de los parques, siempre vuelve el aromático rumor de la palabra. Bendita entre todas las féminas, y mala como gatopardo, oscurece la tarde lluviosa para recordar las pequeñas dimensiones de un cuarto. “Primero lo primero”, dice. Luego: comienza a cantar, algo desafinado pero dulce, y baila.

Seduce invisible.

Transparencia anodina. Importa lo que impulsa.

La panza anuncia un malestar que viene de días. Y que es una equis que puede ser sólo nervios, sólo estrés o el cáncer del padre de su amiga, que en su caso es de recto, y, que la atemoriza desde abajo. Cáncer o sida, no hay tiempo para tener miedo. Algún preservativo que no usó hace mucho la asusta como la oscuridad de niña. Se sabe sana pero igual le da bronca saber que si quisiera algún diagnóstico de algo, le saldría el dinero que no tiene. Y la disposición corporal con que no cuenta. O sea; su cuerpo debe elegir. Ir hoy a esa parte y no a otra. Cruzar esa calle, siempre por el medio, siempre entre el barullo colectivero y el smog del centro. Esquivando los volúmenes más altos y odiando los frenazos que disminuyen su capacidad de escucha. Llegando a alguna parte, que en principio no es la otra. Y que al final, cuando llegue el recuento de lo no hecho: nunca fue.


Llanto de año nuevo

De sol sin canto.

Soy una niña que está volviendo. Soy quien se lee en las hojas caducas del suelo.

Soy quien se aleja del castillo sin dejar razón alguna para el auxilio.

Quien escribe letras aún más cortas. Quien no escribe más.

Distancia translúcida como la cortina de un baño virgen. Distancia eternizada. Latencia.

Estás mirando espera. Demudada como un hada marchita y sola. Transpiro dedos que me tocan. Me. Déjenme en paz.

Verde. Quiero un cuarto verde. Y un manto de lluvia que me cuide mientras duermo.

Por favor luz.


Mugre con plástico.

Papel, la nada.

Como si algo hubiera muerto

se pixela la imagen de un encuentro.

Surge el instinto asesino, prostituto,

la rabia, la desesperación.

Es todo lo que aliena que está ladrando.

Y pide pan, y quiere casa. Y quiere llegar pronto. Rápido.

Morena meretriz pide comida en silencio.

Dice estar dispuesta a todo

y recuerda a otra mujer de muchos hijos colgando.

No hay empalme hacia aquel río;

allí se aparece de repente.

Ya pasó la formación política. Ya pasó el diente, la polenta con cebolla. Pasó el pan partido al medio. Pasó el agujero en la media. Se escondió la disciplina entre Mariátegui y Carpentier. Se refugió una flor en un manifiesto de amor. Se fue la discusión con los mártires y las canciones. Queda el patio en la mesa. La memoria, los teléfonos.

Está en el taller el estudio, la pregunta. Queda en el padre, el hijo y el espíritu.

Regalé la muñeca de plata, al mono, a la lata y al latero.

De papel de cigarro giraba la cola, la linda.

Los gungsters de la sedición quedan en los espacios.

Se elige poco, se elige nada, se elige algo.

Traen las piedras. Traen las cartas. Traen los formularios.

No existe la puesta. Está la palabra en el aire viscoso.

Lleno de burbujas el vaso sin agua.

Se cuelga en la percha el abrigo, la postal y el broche de letras.

Se elige tanta nada en un teatro. Se viaja desnudo. Sin nada puesto. Alguien lleva puesto nada. Alguien lleva agua en los retratos. Alguien se queda con el viento en la mano y el pájaro muerto en el recuerdo. Alguien se fía de la luz del invierno. Cree que los palos sin hojas persisten.


enduraznada

La niña de oficio dulce como el alba enduraznada sabía inventar palabras de aserrín, palabras cortitas de higo o palta, palabras tabacas, palabras matacas, palabras de talco, frescas muchachas o perras tiradas dispuestas, en veredas, baldosas sin sol.

Certeza de ajo que llora sin ser cebolla sabía la boca, la mujer sin su boca, del oficio que canta: le llevaron a su puerta un umbral azul, sin su papa, sin su arroz, solo; sin grito, sin sal. Sabía su boca, la loca, a cebolla; durazno azul, repentino, pobrísimo, como su techo, como sus platos de lata, como sus zapatos muertos, como los colores que visten su gris, su blanco, su negro, sus lilas que ama, las lilas que odia.

Trae su pelo que negrísimo es verde, los dedos sucios, las manos blancas, las uñas cortas, sus piernas inmersas. La piel del aire se lleva a la niña, con piernas y agua; y todo y nada; y tierra y gracia. Trabaja; sonríe antes que la luna. Aun cuando le recorre el rostro el agua, de lluvia, y de todo y de nada. Circunda la cara lamiendo lunares, y vellos, y cabellos, de la joven oscura que clara mantiene su pecho, se lleva su cama, la guarda en su cuarto; lavando ajetreada las culpas y el tiempo, las tomas del alma, fotos del incesto.

Coloca en su pecho canasta de dama, come sus manzanas, del aire, del tiempo, se chupa las uvas, la pulpa, las pasas y canta que el canto serena su alma, que no tenía espacio, ni instante, ni recuerdo.