lunes, 1 de noviembre de 2010

VOLVER SIENDO OTRA

“vuelvo a pintar las flores de mi juventud

vuelvo a ver el amanecer

sin temor

ya nunca nadie podrá decirme éstas no son horas

veo amanecer como una mujer no como una joven temerosa

de la ley tu ley

el acero de esta luz para una mujer sola

que no debe temer sino decidir”

de La ley Tu ley (2000), Juana Bignozzi.


Murió un hombre el miércoles pasado, ya el anterior había muerto otro bastante más joven. Ya se prepara el ropaje del mito y las K se posan sobre las V de victoria en los muros de Buenos Aires. Ya siguen escribiendo los lápices de chicas y muchachos sobre el Cabildo Histórico y la Intendencia recién pintados. Las aves de rapiña están a la expectativa pero en estos tiempos conviene respetar las formas. En una cadena nacional que me perdí habló hoy una mujer. Me comunico con una amiga casi psicóloga y hablamos de esa condición. Siempre hemos conversado acerca de nuestra femineidad. Ambas histéricas según ciertos tests caducos atendemos a las palabras de la mujer fuerte. “Suerte que tenemos un ejemplo totalmente distinto al estereotipo esperable” me dice al otro lado del teléfono (cierto que a nosotras nos encanta charlar y gastar y comprar y esas cosas, no?); las dos estamos interpeladas por esa mujer que solía cubrir sus ojos de excesivo rímel. A las dos nos importan sus palabras. Me describe el rostro algo más delgado, y la voz por momentos disminuida por el dolor, pero me resalta la potencia. Que pedazo de mina. Ya leímos a Bourdieu (de nuestros hombres preferidos) que nos señaló acerca de lo femenino como el “arte de empequeñecerse”, ese confinamiento simbólico que entre otros conceptos nos ayuda a dimensionar el porqué de nuestra cavilación. Sin embargo, una mujer con una parte de ella en otra parte, con el dolor más grande de su vida pero que “no atraviesa su momento más difícil”, una Cristina que no usa la cadena nacional para hacer “terapia emocional”, rebasa cualquier concepto importado. Es decir, no niega tales concepciones con su actividad sino que propone otra forma que contradice la tradición, lo posible. Por eso era “yegua”, “grasa”, “montonera”, “atea”. Por eso lo es, aunque no lo sea. Aunque se guarde los rosarios que le dejaron a su hombre y aunque se emocione con el Ave María del militante. Corto el llamado, duermo y despierto, corro a ciertos libros que leí hace años. Cierto que también hoy hablamos de la francesa Simone, cierto que ayer pensé en Juana del Alto Perú y en la Juana que las pelis caracterizan con un pelo cortísimo. Cierto que volví al libro de la poetiza de El pan duro. Y se me cruza otro poema distinto al de la primera cita: “Esa niña esa pobrecita esta mujer/ que anduvo entre maravillas/ luces de colores que sin hacerle mal la cansaron un poco/ esa pobrecita/ que se tiró de cabeza cuando había que mirar de lejos/ que quiso vivir no tener respiro/ que hizo de la noche día/ el día no lo conoció/ que creyó manejar su corazón y algún otro/ durante años entendió y cumplió etapas ordenadamente/ en realidad seguía dibujando florecitas laureles banderitas/ en los cuadernos de la infancia/ dijo hay que vivir en serio dijo hay que vivir en solfa/ la vida intelectual la vida erótica la vida comprometida/ en todas fue aplicada prolija la mejor la más triste/ la vida de relación la vuelta de todo/ en cada vuelta dejaba pedazos de corazón/ ahora con los pedacitos que le quedan/ vive no piensa la vida valora otra piel/ la niña esta pobrecita esta mujer sabe que empieza”*. En síntesis (porque adoro la síntesis, me hace sentir más práctica, más resolutiva): fui a palabras de otras mujeres para pensarme y también a sus actos. Cristina Fernandez de Kirchner, aún imaginada en la descripción fiel de mi amiga, nos cambió y nos cambia. Y las dos amigas al teléfono compartimos otra síntesis: todas las mujeres del país y todas las afectadas de otros lugares empezamos a ser otras mujeres a partir de la presidenta. A todas nos cambia, todos los días. Le devuelvo el saludo virtualmente entonces: gracias a vos, Cristina, por eso. Y por no fantasear con que te piropee un albañil; por ser tan distinta (como la poeta y las otras Juanas que también lo son) y por tener semejante “sentido de la responsabilidad”… por tu perfeccionismo obsesivo… por tus manos… por tus ojos…. Por tu belleza.


* poema de Juana Bignozzi (Buenos Aires- 1937. Miembro del grupo literario El pan duro, creado por Juan Gelman en 1955.).



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