Me
doy cuenta cuando me miran la boca. Se leer el deseo en los ojos de los
hombres. No importa si la charla es cien gramos de crudo, prefiero el pan más tostado o qué precio
tiene ese ejemplar; siempre registro los indicios. Cierro un ascensor y el abogado me espera con la puerta abierta.
Quiere mirarme el culo al golpear la tijera de hierro.
Quiere relojearme mientras supero mi miedo a caer por el agujero.
Quiere relojearme mientras supero mi miedo a caer por el agujero.