lunes, 3 de octubre de 2011

FLACO, ESTO NO ES POLÍTICA

Fuimos* a ver El estudiante, de Santiago Mitre, una de las películas habilitadas para estar entre las posibles argentinas aspirantes al Oscar como Mejor película extranjera. He aquí la impresión de una estudiante de la Facultad de Ciencias Sociales sobre el filme actual con las mejores críticas cuyo escenario principal son los pasillos de la UBA.


Una película atractiva. Excelentes críticas. Multipremiada y festivalera. Además una película nacional hablando sobre militancia universitaria hoy. Sin setentas y sin dictadura. Nosotros, que tuvimos parientes militantes y que ya en plena democracia nos sumamos a la participación política animados por las tradiciones de nuestros viejos, por la emoción y la nostalgia seductora de los relatos y que ya en los noventa repetimos palabras como “Utopía” y “Revolución” y “pasamos por cursos” y participamos de Centros de estudiantes; a nosotros que cultivamos ya pasado el 2000 la cultura setentista, sus afanes y su estética considerando que las ideas no mueren y que todavía hay mucho por transformar, se nos apareció la coincidencia y la posible identificación entre actores y espacios tematizados en El estudiante. Con ese anteojo, conociendo desde adentro y practicando con la frecuencia de varios años, lo que conlleva una licenciatura en la UBA, fue que fuimos a mirar la peli de moda entre los cinéfilos atentos a los nuevos vientos cinematográficos.

Entre las primeras escenas hay una que muestra una reunión de agrupación, iniciática para Roque, el protagonista. El es un chico del interior de Buenos Aires que no tiene idea de política y lo admite. Pero no importa, es bienvenido y escuchado, con cierto recelo, pero es escuchado. El pibito sorprende. Demuestra audacia. “Tiene pasta” se diría entre los “códigos” militantes que maneja el filme. Y decimos “códigos militantes que maneja el filme” porque son exclusivos de la película, ya que una reunión de agrupación no es tal como la muestra El estudiante, con un docente perspicaz y vanidoso que da directrices y escatima información como un capo mafia y unos estudiantes chupamedias del líder acríticos e iracundos, fanáticos y arribistas, sino que en una reunión de agrupación, en principio, no es moneda corriente la denigración, el griterío y el maltrato, sino la discusión espaciada y respetuosa, con silencios, con atención a la pluralidad de reflexiones. Es mate, biscochos, anotaciones estructuradas y desestructuradas, alguna notebook y mucho pensamiento colectivo.

Los que produjeron El estudiante logran calcar con precisión la forma de la universidad. El escenario de edificios en emergencia edilicia y la escenografía donada al filme por parte de los burlados. Aquellos que día a día pintan esos folclóricos y coloridos carteles. En eso son prolijos, y técnicamente hasta exquisitos. Las actuaciones son muy verosímiles con fisicduroles por demás efectivos. Pero el problema de la peli es el contenido. El problema de la peli es casi el mismo que tiene la serie El puntero de canal 13, y es que repite y difunde masivamente el discurso de la política como “transa”, como negocio en el que se escala con la suficiente mentalidad fría del estratega por más rudimentario e ignorante a nivel contenidos que éste sea. El problema de estos productos enlatados tan atractivos y tan reconocibles no es que muestren cosas que no pasan, desde luego que el clientelismo y la burocracia son prácticas que existen. El problema es que sitúan su supuesta verosimilitud en datos objetivos, es decir, parten de datos la realidad, sí, pero eligen fragmentos arbitrarios de ésta y justamente los menos felices y más desalentadores, que hacen a una concepción que va desde la relatividad hasta la negación de la política. En ese recorte arbitrario seleccionan un modo y sólo uno de hacer política, cuando hay otros. Cuando los que militamos “desde adentro” sabemos que no sucede así y nos resulta hasta ofensivo tal dibujo.

Sabemos que la política es muchas veces caldo ameno para la concentración de poder en algunos hábiles psicópatas pragmáticos capaces de traiciones y vueltas de tortilla; pero también sabemos que no son mayoría y que somos muchos los otros que combatimos día a día nuestra propia incoherencia. Que buscamos perfeccionarnos y mejorar: ¿Con qué objetivos? ¿La concentración de poder? ¿El ganar dinero? Esas respuestas-preguntas retóricas significan pura proyección por parte de un mercado que no entiende que los objetivos de la gente pueden ser otros e incluso pueden estar difusos: y de eso se trataba la utopía de horizonte inalcanzable. Vislumbrarla lejana y difusa permitía caminar, avanzar, aún con errores posibles a cada paso.

La otra cuestión es si hacer política de éste otro modo alternativo al graficado por el filme, es ser ingenuo, y si habría que atender a Roque cuando interpela a un troskista: “la política cambió chabón, hay que negociar con la gestión para gestionar”. El quid es que la forma “no transa” de hacer política, que tampoco es bien representada por la necia y ciega caricatura troskista, no reniega de la necesidad de la audacia. Sin duda: hay que ser audaces y aprovechar las oportunidades, pero hay límites. Hay algo que se llama “escrúpulos y ética” que a ese modo macdonalizado y exprés de hacer política de El puntero y El estudiante se les escapa. Y el problema es que ese modo, su modo/producto audiovisual festivalero y casuístico, es difundido masivamente y son cada vez más los que se ríen del chiste y los que se enternecen con la simpatía maligna de ciertos psicópatas protagonistas.

Es verdad también que para hacer un producto hay que limar ciertas complejidades porque sino no es filoso, no corta bien, no atraviesa más públicos y no es “reconocible”. Ese en sí es el eterno problema de los estereotipos. Pero a los sumo es un problema de los que fabrican productos y no de los que hacemos política. Los que hacemos política, en tal caso, debemos preguntar a los productores la responsabilidad sobre sus particulares objetivos.

Ahora: ¿Decir lo anterior, es decir que Santiago Mitre es malo y quiere dejar mal a los militantes? ¿Es decir que hay una política nueva y una política demodé y que “hay que adaptarse” para trepar y zafar? ¿Mitre se levanta a la mañana pensando en combatir la militancia universitaria? Calculo que no. El logro del filme, si queremos dejar la irritabilidad que genera exponerse a la caricatura o el facilismo empaquetado en una belleza deluxe, es que molesta. Y a lo sumo puede servir “hacia adentro” como autocrítica o muestra de lo que no hay que hacer. Porque cuando muestra que todos son capaces de traicionar y que las mayorías y los votos son manejables y determinables “desde arriba” y que justamente bien arriba hay alguien que tiene la manija o el mango de la sartén en la que todos estamos fritos, deja un lugar interesante para seguir estando atentos y combatir ese modo inescrupuloso de hacer política oponiéndole un modo crítico y perfectible. O sea, no se puede negar que hay “pequeñas reuniones” e instancias de dirección política en las que lógicamente se plantean grandes líneas de acción en pocas palabras y con pocos guiños, pero el tema es que la película del momento se saltea algo muy importante, se come algo que no es sólo contenido a secas, sino que es “el gran contenido” que hace que la política sea una herramienta revolucionaria y es su carácter procesual.

El estudiante de Santiago Mitre se come El Proceso. Y el quid es que cualquier persona que haya participado más de “tres horas” en política (como dice un personaje cuando refiere a la cantidad de tiempo que fue peronista) debe dar cuenta de la importancia de los procesos políticos y de la fortaleza de las bases para arrastrar cualquier equivocada direccionalidad de las cúpulas. El problema de cuando se subestima a la gente se refleja cuando se subestima o se sobreestima la herramienta del voto. Esa es la gran diferencia entre una política “corrupta y corrompible/ pragmática” y una política “con pretensión de perfección pero imperfecta y con alta permeabilidad a la crítica”: una reduce “la política” a las urnas y las estadísticas cual si todas las personas fueran iguales de permeables y obedecieran todas las publicidades que consumen involuntariamente, y otra política, que es una trabajadora de los grandes plazos y que en los cortos construye los cimientos de los grandes cambios con la ilusión de que favorezcan a la mayoría.

Entonces, cuando en esa primera reunión a Roque El estudiante le dicen, “Flaco, esto es política” como para desasnarlo, nosotros les respondemos “flacos, esto NO es política”, o al menos no es toda la política, ni es la política en la que seguimos eligiendo participar. Desde un pasillo de sociales, desde un banco de la UBA. Desde Buenos Aires, Argentina. Para todos los que lo miran por TV.


*"Fuimos" refiere a que es la presente una versión larga de otra corta a publicarse en breve.

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