PUTA. Si ahondo en mis recuerdos rastreando esa palabra, indefectiblemente llego a la boca de mi padre. Putas todas. Putas las de la tele que “desfilaban como vacas”. Puta si te ponés lapiz labial de juguete a los cinco años. Puta si te teñís el pelo. Puto el almacenero de la esquina que se dio un beso con otro hombre en público. Putos todos. Putos en la ira y en la rabia de mi padre. “La recalcada concha de tu madre” era la reacción a un mal conductor. “La reconcha de tu madre que te remilreparió” era él en su furia automotriz y yo le preguntaba a mamá: ¿“qué es queterremil”? A medida que pasaron los años dejé de escuchar lo que vociferaba y escuché libros y canciones de otras bocas y ojos y mentes. Igual recuerdo todavía que si bien yo me cuidaba de no ser prejuiciosa con otras mujeres, respeté por mucho tiempo la austeridad en la imagen que me moldeó mi padre con todos sus “putas”. Rechacé las novelas de Cris Morena como él ordenó. Rechacé Mac Donald como indicó su intransigente discurso comunista también y rechacé ser y “parecer” puta. Mucho más luego cambié de onda y cambié por suerte de referencia y legitimidad. Me teñí el pelo para probar colores distintos, me pinté como una puerta y volví a la cara lavada. Me puse minifalda y tacones para estar re perra cuando lo necesitaba y me pongo de buzo y jogging afelpado para cuidar mi cuerpo en un cómodo abrazo de algodón cuando quiero. Puta ya no me dice nada malo. Solo me recuerda la hipérbole del prejuicio y el machismo. Incluso ahora me lo tomo con humor y me apropio del estigma. Que me digan puta los que no quieren estar conmigo y no entienden mis vaivenes. Que digan que no me cuido si me expongo, total yo aprendí a defenderme y que me digan algún piropo si quieren ya que no soy tan radical en mi particular feminismo y me gusta que me halaguen mi belleza modesta y distinta. Soy todo lo puta que no quiso mi padre porque en el fondo quería. Estructuras psíquicas al fin si las hay… Y ésta tarde si garúa finito o llovizna me encuentro con otras putas que seguro también leyeron a Beauvoir, a Haraway, a Preciado o a Butler.
Me amo por prepotencia de trabajo una vez más y en público.
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