martes, 23 de agosto de 2011

ENTENDER LA METÁFORA

Me cubro los ojos

para no ver el mundo.


Vos mirás.

Me mirás.

En el medio

está tu color

y está el mío.


A la Monalisa

la ven muchos miles

todo el tiempo

y cristales la cubren de los flashes

y de las manos.

Es inalcanzable.

Aunque estés ahí.

Nunca la vas a tocar.

Ni verla de cerca podrás.

Encima serás uno más

entre los macacos.

¿Para qué ir al museo entonces?

Para entender la metáfora.


Yoko Ono

hizo la mejor obra de la que oí en años.

Más bien leí en años.

Un laberinto transparente

cuyo objetivo es un teléfono celular.

Quizá otros teléfonos te cruces en el trayecto confuso

(otras sillas diría Silvio).

Oirás la voz de Yoko Ono.

No te comunicarás con ella.

No sabrás cómo fue tenerla pegada

en la manifestación por la paz

de un mes en cama

junto a Lennon.

Quizá llegues.

Si no renunciás a los paneles de cristal,

a los límites que no se ven.

Quizá llegues

a comunicarte

con el mundo

cuando la oigas.

O quizá estés tan lejos del mundo.

Que aún entendiendo la metáfora

ya no puedas nadar

(comunicarte con el mundo,

de posibles,

de tocar).


Hubo otro invento sorprendente:

una nipona inventó una máquina de menstruar

que hace doler y gotea sangre.

La expuso en el MoMA de Nueva York.

Los chicos pueden saber qué se siente.

Ponérsela.

Y que les duela igual que a las chicas.

Se transgreden los límites,

La barrera entre los géneros

es cada vez más difusa.

Y?

Qué importa?

Si lo que más querés

es dormir. Manifestándote por la paz,

en vida.


Quería ver menos el mundo.

Quería sentir menos la bota

en el pescuezo.


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