¿La vida es eso que nos pasa? ¿Es aquello que viene con el cuerpo todos los días? ¿Cómo distinguir vida de muerte?
No le tenía miedo a la muerte porque creía que no iba a sentirla. El cuerpo muerto no siente nada. Y el cuerpo vivo siente tanto que a veces dan ganas de morir.
El encuentro con el otro es tan único.
Que es una lástima dejar que pase.
Pero
¿Cómo es pasar por alguien sin hacerle un poquito mal o un poquito bien?
Hoy inventé un cuento:
Una persona viene a la vida. Es convidada de sentimientos y cuerpo. La persona aprende que el padre es presencia caminando y que es una presencia que siempre se comporta de igual manera. Entonces la persona responde de tal otra manera a ese afecto. Luego promociona el grupo familiar primario y cree que todas las personas, que todos los padres, por ejemplo, se manejan de igual manera. Y aprende a escupir como el padre. A vomitar como la madre. Y a sentir la náusea existencial de la hermana. Y así va caminando por la vida. Creyendo que todo es lo mismo hasta que viene alguien y le dice al oído: “es distinto. La vida puede ser otro mambo.” Entonces como uno tiene la puta información mental de que no le cabe el mambo original se va por ahí a buscar otro mambo. Y prueba todos los mambos posibles. De todo sabor y color. Pero, por ahora, en el fondo siempre es testigo. Porque en el fondo sabe que en una casa del mundo el mambo puede ser como aquel que le dio origen y que le hizo sentir tantas cosas desde el primer llanto vital en adelante. Entonces los sanos van con los sanos. Los locos con los locos. Y así, más o menos, van los cuerpos caminando. Transitando la tierra o sentándose en alguna parte. Hasta que alguien invita a pasar la mayor parte del tiempo con su cuerpo y se supone que eso se llama amor, pero también se puede llamar odio. Son dos lenguajes distintos pero ambos suponen la presencia de dos cuerpos. Dos bandos batallando. Dos bandos en el estrés de la lucha. Leyendo las relaciones posibles y queriendo vencer o perder lo más aventajadamente posible que se pueda. El que se relaja siempre la pasa mejor, pero para ese la vida es una casualidad. Ese que va tranquilo camina por senderos que demarcaron otros. Y los que nacieron para marcar la senda en que otros caminarán sin duda quieren gobernar voluntades y procurar que los demás hagan lo que tienen que hacer. O sea: transitar la senda demarcada por el deseo del que manda.
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