jueves, 21 de abril de 2011

YO, LA MÁS VIOLENTA DE TODAS

Hay noches en que me gustaría asistir a clases acompañada. Me gustaría llevarme conmigo al verdulero, a la cajera de supermercado, al taxista. Me gustaría que seamos una troupe de gentes cualquiera que vaya a escuchar y a participar de ese encuentro único con el docente y los compañeros de cursada en el que se dicen y reflexionan cosas en comunión y en el que se llega a niveles de análisis y disfrute que a una le devuelven las ganas de seguir y seguir arremetiéndole a esta existencia que llamamos vida. Ayer me tocó en suerte asistir a mi clase teórica de Psicología y medios cuyo titular de cátedra es un hombre canoso medio pelado de bigotes frondozos llamado Alejandro Kaufman. Figura relativamente célebre en el ámbito académico de la UBA por haber sido director de la Carrera de Ciencias de la Comunicación y tachado de “afín al gobierno”. El susodicho apareció hace poco en 678 e hizo unas muy válidas críticas al aire que le de valieron cierta polémica. La cuestión es que fantaseo con ir a clase con gente porque hay “charlas” que no tienen desperdicio. Ayer por ejemplo los temas de la clase venían siendo la violencia y el poder y trataré de repasar lo que me parece vale mucho de ser compartido. Lo normal, lo que hace al sentido común, construye una idea de la violencia que en cierta forma es falaz. La violencia para los medios y para nosotros en general está ubicada “afuera”, es algo “exterior”. Cuando de chicos nos burlamos del distinto porque es así o “porque se deja” y ejercemos violencia lo hacemos contra otro excluido y débil por la característica particular que sea. Cuando nos quejamos porque hay un robo hablamos de “un violento que vino y delinquió”. Ese violento viene “de algún afuera”. Ese violento no es la norma. Es el revés. Es el torcido frente a una supuesta normalidad “armoniosa”. Y así hay infinitos ejemplos de esa construcción dicotómica en el que hay buenos versus malos, lindos versus feos, santos versus criminales. Hablar y pensar así. Pensar y decir dividiendo todo siempre en dos es la norma. Pensar las cosas quietas es la forma fácil que nos permite leer el mundo. Entender algo en todo este caos. Entonces en clase y en el interior de una, tan acostumbrados a leer todo así, el impulso que quiere ser escupido reclama alternativas. Reclama algo opuesto a la violencia que rellena vacíos. Justamente porque entendemos a la violencia como entendemos al poder. Como una copa, como una cristalización objetiva que unos u otros detentan porque ganaron. Pero no. Ya nos enseñó la lucidez de Max Weber y otros pensadores seguro antes, o pudimos percibirlo solitos con nuestra alma: el poder se manifiesta en relación y sólo se ve, padece o ejerce en su ejercicio. Pero tanto el poder como la otra deben pensarse en movimiento. Como deben pensarse la política y las relaciones en general. Uno puede parar algunas variables o hacer una toma quieta como para profundizar el análisis pero siempre se es consciente de que quien manda es el movimiento. La violencia entonces es como un fluido volcánico, como un magma subterráneo todo naranja brillante, todo feroz, todo enérgico y latente que siempre por alguna grieta tiene que salir. Yo preguntaba en clase: “si la violencia es constitutiva de la sociedad y no rompe el lazo social sino que posibilita la cohesión y eso es una realidad objetiva porque reclamo una alternativa positiva?” y seguí “¿Hay un correlato político del amor? ¿Es la comunicación? ¿Soy entonces la más cristiana de las ateas?”. El profesor Kaufman respondió con gracia recurriendo a la explicación de lo que es el cristianismo primitivo y dando el ejemplo de Antígona como “la cristiana primitiva” de la tragedia griega. En síntesis hay autores o visiones del mundo que buscan restituir un orden por medio del sacrificio santo pero estas visiones distintas que la cátedra nos trae hablan de una reformulación del orden. Y la clase finalizaba con la anticipación de conceptos de la autora Donna Haraway: “Se están rompiendo tres fronteras fundamentales: la que divide lo humano de lo animal, la que divide lo humano de lo artificial y la que divide lo físico de lo natural. Como para que una no se cuestione los órdenes, las leyes y rompa todas las dicotomías!!! “Que lindo es ir a ver a la mujer, a la mujer más gorda del mundo… entrar con un miedo profundo como si viera a la giganta de Baudelaire…” dijo Raúl González Tuñón en un poema. Guauuuuuu! Qué miedo profundo! Qué pánico gozoso es vislumbrar la posibilidad de la ruptura! Que mínima liberación cotidiana aliviante saber que todo es distinto siempre. Es caótico y buscar desesperados el orden en el desorden es casi una lógica vital superviviente. Otro ejemplo de violencia que dió Kaufman fue cómo se encontraron los cuerpos expuestos en las cámaras de gas: todos amontonados, aplastados y violentados contra la puerta. Una pelota humana matándose mutuamente en la desesperación por abrir y respirar. Eso es violencia y los nazis dispusieron y crearon de las mayores tecnologías en lo que a la violencia respecta. Con la libido y el manejo del deseo incluido. Por eso quiero ir con la verdulera, con la señora que barre su vereda, con mi papá violento y con mis hermanas a clase. Para que todos podamos saber más y manejarnos más. Dijo manejarnos porque el quid es asumirnos violentos. La violencia va con nosotros y en nuestros cuerpos a todos lados. Y la política debe colaborar con que seamos más autónomos. Porque creo que el mambo es que todos tengamos derecho a tener nuestra propia ley. Es bueno querer ser libres. Pero el problema o la cuestión de la autonomía, lo que nos hace más libres es localizar cada uno su propio monstruo y ejercerlo de la mejor manera posible con el gran límite gran, sagrado, ese sí el más sagrado: la vida del otro. La vida de ese otro que nos hace uno. Entender que sin el otro no existo. Matar al otro es matarse y ese es el límite. Después: “seamos libres que lo demás no importa nada”.

1 comentario:

  1. Estamos fallados contitutivamente, y ahora leo y la violencia es inherente a nuestras relaciones... y chau dicotomías, me encanta, pero es un poco volador de cabeza, porque fuimos criados pensando en el cuerpo y la mente, y en que el monstruo estaba afuera, que seguramente tb lo estará, pero habría que empezar por el de adentro... sería como una política de la propia subjetividad. jajajja!

    Besote te quierooo
    Lau a.-

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