miércoles, 27 de abril de 2011

¿ME GUSTA SER MUJER?

Voy a empezar esta entrada mediante la menos conveniente de las formas. Una pregunta retórica con demasiado de afirmación: ¿Es obligatorio para las mujeres ser linda? ¿Qué carajo es ser una linda mujer? ¿Por qué no alcanza “ser mujer” que siempre hay que agregarle algún adjetivo? ¿Todas nos sentimos alguna vez hermosas y otras varias los menos favorecidos seres de la tierra? ¿Es justo que con 25 años de ovariuda me tenga que seguir preguntando acerca de la belleza o la fealdad aunque en la superficie de mi pretendida intelectualidad todas estas preguntas me resulten vergonzosamente boludas? ¿Por qué los hombres no se preguntan acerca de su belleza? Bueno, “la” pregunta se hizo varias y el quid del asunto sigue siendo la femineidad. Esta noche es otra de aquellas en que la clase de Psicología y Medios me inspira al hablarse, en este oportunidad, acerca de El Piropo. Esa práctica, costumbre, o vaya a saber qué cosa que a una comienzan a enunciarle merced su paso cuando una comienza a pronunciar sus caracteres que indican “he aquí una mujer y por ende ente piropeable”. No es que los hombres mediten mucho si alguien es piropeable ó no. Más bien se puede categorizar como se separa a la gente que elige playa en vez de río o verano en vez de otoño o es preguntadora de signos zodiacales o no, a aquellos masculinos que a la vera de una muchacha tiran palabras al viento que pueden ir de “la dulzura” a la ofensa versus aquellos otros masculinos a los que no se les ocurriría tal acto. Comencé con esas preguntas retóricas porque siento que a mí me pasa algo particular que quizá tenga menos de particular de lo que creo. Resulta que yo no me considero una belleza extraordinaria y aunque suene demagogo siento que todas las personas podemos ser bellas en tanto no es una tarea épica estar más cerca o no de los estándares o estereotipos de belleza de nuestra sociedad. Cada quien tiene sus brillos, sus fuertes y sus particularidades y es voluntad individual su uso instrumental o no. Es decir aquí asumo que la “belleza” es una elección y una intelección. Hay quienes son más o menos voluntariosos o más o menos sutilmente esmerados pero siempre hay una propuesta estética aún en el dejo o la desatención de la apariencia y “llegar” o estilizarse en pro de una determinada forma no es para nada un imposible. Sucede que hay quienes se acuerdan demasiado tarde de los efectos de sentido y de la eficacia de los dispositivos que acusan “lo bello” o hay quienes esgrimen tener muchisisísimas otras cosas más importantes de las que ocuparse. Con todo este palabrerío iba a eso particular que me pasa: para mí, lucir como mujer es una construcción y hay días en que tengo más ganas o urgencia de “verme linda” pero el punto es que son los menos y son por cuestiones específicas. Es como que pretendo un uso efectivo de mi investidura de mujer. Hay otros días, en cambio, en que prefiero ser transparente. Pasar por la calle sin ser mirada. Ir como testigo de un mundo en que hay hombres y mujeres y yo ser comodín, ser unisex. Es como que hay días en que salgo al mundo absolutamente no piropeable porque disfruto de ello. De ese descanso de la mirada del otro. Son esos días en que no quiero indicar nada con mi ropa ni resaltar ningún sector en particular, ni dar ninguna impresión. Esos días desatiendo el trabajo para algunas gozoso de ser y verme como mujer. Todavía me acuerdo cuando usé el pelo bien cortito y andaba de buzo y mis amados joggings en bicicleta y me gritaban los automovilistas crispados algún “Guarda pibeee!” y yo seguía felíz y embaladísima con mi propia velocidad corporal y pegaba saltos bicicleteros en las calles de Buenos Aires. Esa Anahí sigue estando al día de hoy cuando mi jefe resalta como distintas las jornadas en que me apersono con un look notoriamente más femenino. Y ya sé que soy femenina igual! Pero para él, tan conservador, una chica de 25 sin botas o pintura es prácticamente una lesbiana en potencia y por ello me festeja los días de arreglo. Igual admito que nunca fui así taaaan atractiva como mi gran amiga Lulu, a la que sí, realmente, no había hombre que no la piropee o le diga algún “Qué burras mamita” y admito también que yo me sentía re cómoda de ser la menos mirada. A veces puede pesar demasiado ser objeto de muchos ojos. Y claaaaarooo!!! Ya entiendo porque me resultan tan boludas las preguntas! Porque vivo en un patriarcado algo más flexible a veces y por suerte que otras formas de tal, y porque las definiciones y ciertas puteadas parten del tamaño de las bolas de la gente o de la concha de alguna hermana. Entonces es lógico que a mí se me caigan los papeles que me envuelven porque soy un bombón y tengo que tener cuidado con el sol porque puedo derretirme y mi mamá debió ser repostera y si amarme fuera trabajo no existiría el desempleo y todas esas sartas de ¿ingenuidades? Que sí!!! Que no sé que decía la nota del Página 12, pero pongámosle que tomo partido por el peor lado y que pongan una calle para hacer el Piropo Igualitario y entonces que pasen los que esperan y a cuanto churro se me cruce le lanzo una catarata de bizarradas de las que me salen lindas y no le van a quedar ganas de pasar por ese paraje de lo desnudo que lo voy a dejar con la palabra! Y olé! Pero vuelvo…. Y si vuelvo… siempre termino en las mismas conclusiones, lo cual no me recontra enorgullece pero sí me resalta la fuerte tesitura de últimamente en mi mente: Es simpático y cómodo y acomodador el piropo… pero ¡te la regalo ser objeto las 24 hs! La discusión de fondo en belleza vs fealdad en verdad es para la mujer ser SUJETO U OBJETO! Y no es que no me relaje! No! Es que como bien decía mi amiga Ana: “A mi me gusta que los hombres me hablen y me escuchen no que me miren”. Y cuánta razón tenía Anita y me dejaba tildada pensando con el fondo de faso: “La verdad… ¿A mí qué me gusta? ¿Qué me hablen y escuchen? ¿Qué me miren? ¿Todo junto? ¿Son excluyentes?... ¿Yo cómo me coloco?” Por eso es acomodador el piropo. Porque me coloca en un lugar nítido. Un lugar definido y claro de “mujer” con todo lo que ello implica. Está en mi correrme, difuminarlo o serlo cuando me sea conveniente y satisfactorio calculo…

Como postdata una definición aparecida en la web: “Piropo: dícese de la frase bienintencionada y original que un obrero de la construcción dirige a una mujer que transita por los alrededores de su lugar de trabajo.”

Cual quie ra!!! jajajajaj

jueves, 21 de abril de 2011

YO, LA MÁS VIOLENTA DE TODAS

Hay noches en que me gustaría asistir a clases acompañada. Me gustaría llevarme conmigo al verdulero, a la cajera de supermercado, al taxista. Me gustaría que seamos una troupe de gentes cualquiera que vaya a escuchar y a participar de ese encuentro único con el docente y los compañeros de cursada en el que se dicen y reflexionan cosas en comunión y en el que se llega a niveles de análisis y disfrute que a una le devuelven las ganas de seguir y seguir arremetiéndole a esta existencia que llamamos vida. Ayer me tocó en suerte asistir a mi clase teórica de Psicología y medios cuyo titular de cátedra es un hombre canoso medio pelado de bigotes frondozos llamado Alejandro Kaufman. Figura relativamente célebre en el ámbito académico de la UBA por haber sido director de la Carrera de Ciencias de la Comunicación y tachado de “afín al gobierno”. El susodicho apareció hace poco en 678 e hizo unas muy válidas críticas al aire que le de valieron cierta polémica. La cuestión es que fantaseo con ir a clase con gente porque hay “charlas” que no tienen desperdicio. Ayer por ejemplo los temas de la clase venían siendo la violencia y el poder y trataré de repasar lo que me parece vale mucho de ser compartido. Lo normal, lo que hace al sentido común, construye una idea de la violencia que en cierta forma es falaz. La violencia para los medios y para nosotros en general está ubicada “afuera”, es algo “exterior”. Cuando de chicos nos burlamos del distinto porque es así o “porque se deja” y ejercemos violencia lo hacemos contra otro excluido y débil por la característica particular que sea. Cuando nos quejamos porque hay un robo hablamos de “un violento que vino y delinquió”. Ese violento viene “de algún afuera”. Ese violento no es la norma. Es el revés. Es el torcido frente a una supuesta normalidad “armoniosa”. Y así hay infinitos ejemplos de esa construcción dicotómica en el que hay buenos versus malos, lindos versus feos, santos versus criminales. Hablar y pensar así. Pensar y decir dividiendo todo siempre en dos es la norma. Pensar las cosas quietas es la forma fácil que nos permite leer el mundo. Entender algo en todo este caos. Entonces en clase y en el interior de una, tan acostumbrados a leer todo así, el impulso que quiere ser escupido reclama alternativas. Reclama algo opuesto a la violencia que rellena vacíos. Justamente porque entendemos a la violencia como entendemos al poder. Como una copa, como una cristalización objetiva que unos u otros detentan porque ganaron. Pero no. Ya nos enseñó la lucidez de Max Weber y otros pensadores seguro antes, o pudimos percibirlo solitos con nuestra alma: el poder se manifiesta en relación y sólo se ve, padece o ejerce en su ejercicio. Pero tanto el poder como la otra deben pensarse en movimiento. Como deben pensarse la política y las relaciones en general. Uno puede parar algunas variables o hacer una toma quieta como para profundizar el análisis pero siempre se es consciente de que quien manda es el movimiento. La violencia entonces es como un fluido volcánico, como un magma subterráneo todo naranja brillante, todo feroz, todo enérgico y latente que siempre por alguna grieta tiene que salir. Yo preguntaba en clase: “si la violencia es constitutiva de la sociedad y no rompe el lazo social sino que posibilita la cohesión y eso es una realidad objetiva porque reclamo una alternativa positiva?” y seguí “¿Hay un correlato político del amor? ¿Es la comunicación? ¿Soy entonces la más cristiana de las ateas?”. El profesor Kaufman respondió con gracia recurriendo a la explicación de lo que es el cristianismo primitivo y dando el ejemplo de Antígona como “la cristiana primitiva” de la tragedia griega. En síntesis hay autores o visiones del mundo que buscan restituir un orden por medio del sacrificio santo pero estas visiones distintas que la cátedra nos trae hablan de una reformulación del orden. Y la clase finalizaba con la anticipación de conceptos de la autora Donna Haraway: “Se están rompiendo tres fronteras fundamentales: la que divide lo humano de lo animal, la que divide lo humano de lo artificial y la que divide lo físico de lo natural. Como para que una no se cuestione los órdenes, las leyes y rompa todas las dicotomías!!! “Que lindo es ir a ver a la mujer, a la mujer más gorda del mundo… entrar con un miedo profundo como si viera a la giganta de Baudelaire…” dijo Raúl González Tuñón en un poema. Guauuuuuu! Qué miedo profundo! Qué pánico gozoso es vislumbrar la posibilidad de la ruptura! Que mínima liberación cotidiana aliviante saber que todo es distinto siempre. Es caótico y buscar desesperados el orden en el desorden es casi una lógica vital superviviente. Otro ejemplo de violencia que dió Kaufman fue cómo se encontraron los cuerpos expuestos en las cámaras de gas: todos amontonados, aplastados y violentados contra la puerta. Una pelota humana matándose mutuamente en la desesperación por abrir y respirar. Eso es violencia y los nazis dispusieron y crearon de las mayores tecnologías en lo que a la violencia respecta. Con la libido y el manejo del deseo incluido. Por eso quiero ir con la verdulera, con la señora que barre su vereda, con mi papá violento y con mis hermanas a clase. Para que todos podamos saber más y manejarnos más. Dijo manejarnos porque el quid es asumirnos violentos. La violencia va con nosotros y en nuestros cuerpos a todos lados. Y la política debe colaborar con que seamos más autónomos. Porque creo que el mambo es que todos tengamos derecho a tener nuestra propia ley. Es bueno querer ser libres. Pero el problema o la cuestión de la autonomía, lo que nos hace más libres es localizar cada uno su propio monstruo y ejercerlo de la mejor manera posible con el gran límite gran, sagrado, ese sí el más sagrado: la vida del otro. La vida de ese otro que nos hace uno. Entender que sin el otro no existo. Matar al otro es matarse y ese es el límite. Después: “seamos libres que lo demás no importa nada”.