Fui a la marcha del #Niunamenos sin haber
seguido por TV los distintos recortes de los noticieros. Me llamó mi hermana y
me dijo entre sollozos: “Esta es nuestra marcha. Tenemos que estar ahí”. Yo
estaba trabajando, ocupada, asentí y le dije que hablábamos luego para
coordinar.
Desde que comenzó a gestarse, a partir de la
iniciativa de distintas periodistas en Twitter, me resultó una convocatoria
apasionada. De ese tipo de fenómenos que suceden como reacción ante otros de
alto impacto. Los sucesos de alto impacto en la opinión pública fueron
crímenes. Asesinatos de chicas comunicados hasta la redundancia y el morbo.
Suelo considerar que más allá de cierta data
dura que arroja incremento de los llamados femicidios; los crímenes, violaciones, asesinatos y abusos
son tan viejos como las múltiples vejaciones del hombre por el hombre. Para mí
lo que incrementó es la visibilidad y el repudio social, porque lo que ha
cambiado es el acceso a la información, la velocidad en la difusión y los
límites de lo moralmente aceptable.
Hoy vivimos en un orden distinto al de hace
cincuenta años. Vivimos en democracias trastocadas por una transición de entre
eras. No hay acuerdo acerca de si la modernidad terminó o si la contemporaneidad
responde a un orden nuevo. Más allá de eso Argentina en particular goza de
libertades y de un empoderamiento social en el que el ciudadano se siente
convocado a expresarse.