martes, 25 de enero de 2011

EL REVÉS DE LA TRAMA

Cuando una se dispone a realizar un viaje por un período limitado de tiempo, pongámosle de 15 días a un mes, dependiendo lógicamente de lo que se le asigna a cualquier empleado promedio según la actividad productiva en la que se desempeña y su antigüedad en el cargo, una misma y una mayoría de subjetividades referimos a ese período con el término “vacación”. Wordreference.com señala que una “vacación” es un Periodo de descanso durante el que se interrumpe una tarea o actividad habitual y una frase típica al respecto sería según el diccionario virtual: “necesito unas buenas vacaciones.” Esa misma sensación me acompañaba desde hacía varios meses, más exactamente desde mi último período vacacional ocurrido en marzo de 2010. Cada vez más cerca ya ni pensaba cómo me vestía para trabajar, repetí el mismo enterito azul durante la última semana previa a mi vacación 2011. Mis manos respondían como chicles al mouse, al teclado y a las actividades varias. De hecho me sucedió lo que nunca en tres años: Armé una hoja de ruta para un camión con 15 postas que debía visitar justo el día en que el chofer y su grupo iniciaba su receso de verano. Es decir: me equivoqué maaaaalll y debí quedarme quince minutos más resolviendo el problema en mi último día laboral. Cosas que suceden justo cuando una ansía salir disparando literalmente. Finalmente, o más bien “comenzadamente”, pude salir de esa oficina a la que volveré en breve para adentrarme en esa excursión, en ese encuentro con la otredad geográfica y su flora y su fauna, y el lugar que elegí fue una localidad en la provincia de Río Negro llamada El Bolsón. En uno de éstos especiales períodos una suele reencontrarse con micros de larga distancia (en especial si saca pasajes días antes y el avión le adelanta una cabeza de 500 mangos al colectivo, cabeza que no primereaba tanto si una sacaba con mayor antelación) y dicho reencuentro fue también con esas películas que jamás vería en distinta circunstancia pero que en ésta lograron su cometido y no se puede negar que Robin Hood, además de estar buena, combinaba con el paisaje con sus verdes, sus coníferas y su música celta. Las comedias con Sandra Bullock o las de acción y romance con Tom Cruise y Cameron Díaz qué vah! las vi y ya! mientras devoraba como paciente en recuperación los sueros en bandejita que me traían cada cinco minutos para tratar de que olvide que el viaje tarda como un día y que siempre existe la sensación de no llego más y mejor me duermo que capáz despierto y ya llegué. En concreto, dentro de cierto general así comienza eso que venimos a denominar v a c a c i ó n. Lo loco diríamos coloquialmente si le contáramos a un amigo es que si elegimos una localidad del sur antes hippie es que hay muchas posibilidades de que lo siga siendo. Entonces llegamos y todos derrochan buenas vibras y nos saludan con unos “todo bien” que parecen salir de bocas de cuerpos recién masajeados y con pocas horas de trabajo sobre sus espaldas. No es que una sea prejuiciosa y no considere trabajo la separación de los residuos o el manifestarse contra algún poder político y económico que ocasionalmente oprime o quiere contaminar el medioambiente y pretende arrasar con su capitalismo salvaje algún manantial de agua clara, no, de ninguna forma. Es que al arribar en éstas localidades una viene de la atmósfera del gesto a otra atmósfera del gesto en la que la actitud slow genera cierto shock. A algunos puede fascinarles y a otros como a mí, puede augurarles una lenta adaptación. Puede también que si se está estudiando una carrera similar a sociología asalten unas ganas locas de hacer una nueva entrada de blog que refiera a la vacación y al lugar elegido, funcionando como el revés de una trama cuyo derecho es la ciudad. Entonces puede que se piense que las vacaciones son una ilusión o una suerte de inmersión en un oasis del desorden o revés del derecho que solemos denominar “vida cotidiana”. Entonces, si sos empleada y no tenés personal a tu cargo puede que te enojes bastante y por momentos y en apariciones relámpagas, con el capitalismo salvaje que te cuadricula la existencia y te grita desde su Olimpo cual dios de pelo cano en mechas largas: “vacacionarás durante un período siempre limitado y lo harás sólo para confirmar que el lugar de tus sueños siempre quedará allí en tus sueños”. Lo bueno es que entonces podés coincidir con los lugareños que odian al capitalismo de un modo muy estético o lo mejor es que podés llegar a coincidir con ese Dios de tu imaginación fantástica y que prefieras que quede allí porque visto en vivo y directo y pensado con criterios de realidad sería muy poco posible que te guste de veras sofisticar tanto tus prácticas y acompañar eso de un trabajo que no es el que te gustaría desempeñar. Entonces te vas a la montaña pero ahora que sabés bailar tango buscás una milonga desubicada y aunque te topes con adultos mayores adinerados y aburridos o extranjeros que buscan también seguir haciendo lo que hacían posiblemente sea igual a cantar mi buenos aires querido desde lejos ya que más o menos kilómetros no quitan la distancia. Dentro de éstos muchos posibles puede también que tu amorosa amiga vegana que te tuvo como huésped concluya que “no te lograste desconectar de allá”. Entonces te das cuenta de que esa idea que sobrevuela tus momentos acerca de lados de una tela tenga que ver, y que sí, que es verdad, que mucho no te desconectaste pero que mucho no te querías desconectar tampoco. Y lo respetaste y aguante. ¿Por qué reivindicar el desatarse en una vacación? Si al fin y al cabo el derecho y el revés jamás se juntan salvo en el patchwork que es muy hippie chic y que sienta bien en la ropa de esos lares que son reveses. Que son hermosos pero que es cierto que si elegís ser “de acá” es difícil que elijas pasarte la vida tomando caipirinha o caipiroska o helado de mate cocido de Jauja que no lo probé pero que el de rosa Mosqueta tenía tanto de rosa Mosqueta como podía llegar a tener

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